miércoles, 10 de enero de 2007

¡Ay, si Dios me llevara...!

Mirad al abuelo Creso, a sus noventa y nueve años, más que un humano, parece un insecto puesto a secar al sol. Reparad en su extrema delgadez y en su aspecto mortecino, aunque, no os engañéis, sólo son la falsa apariencia de un final inminente. Si pudierais mirar dentro de su cuerpo, descubriríais que todos sus órganos internos, e incluso alguno externo, funcionan perfectamente, puede que hasta mejor que los vuestros, de ahí su inusitada longevidad. El abuelo Creso lleva tantos años sintiéndose un mero objeto que su moral está a la altura de las ruedas de su silla, ya sabéis que no pasa un solo día en el que no os aburra con la misma cantinela: “¡Ay , pero si yo ya no hago falta en esta vida, ay, si Dios me llevara...!” a lo que, soléis responder con una falsa y malsana compasión, anhelando la llegada de ese momento: “No digas eso, abuelo, si estás hecho un chaval, todavía te queda mucho por vivir”.
Hoy es el día de su cumpleaños número cien y vuestro abuelo ha pensado que la mejor manera de celebrarlo es regalándoos un viaje inolvidable a toda la familia. Le habéis estado cuidando durante tanto tiempo de forma tan desinteresada, que no ha dudado en dar un buen pellizco a sus más que copiosos ahorros para enviaros en un tour de ensueño por los dominios del Tío Sam. Todo os va ir de maravilla , salvo al regresar, cuando, resistiéndome al anhelo del abuelo Creso, decida llevarme a todos los pasajeros del avión en el que también viajareis toda la familia. Y no contento con esta jugada maestra, contemplareis atónitos, desde un lugar incierto, como concedo a Creso veinte años más de vida. Y es que, cuando Yo me llevo algo, me llevo lo que me da la gana.

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