Dormía la niña en su cama de seda
reflejando paz en su cara bella.
Soñaba la niña con un país feliz
donde al colegio no tenía que ir.
Y del paraíso, el alegre color,
tornolo de oscuro un negro nubarrón.
Y despertó turbada de aquella ilusión
sintiendo una mano que la amordazó.
Fue la del Siniestro, quien la secuestró
Llevósela presa a su caserón
y la pobre niña nunca más soñó.
miércoles, 29 de noviembre de 2006
martes, 28 de noviembre de 2006
Morir en el VIPS
El otro día me comentaba una amiga que, al pasar junto a un VIPS, vio a los profesionales del SAMUR atendiendo a una señora mayor a la que le había dado algún tipo de jamacuco, parece ser que la pobre mujer no tuvo ninguna oportunidad y acabó falleciendo allí.
Hechos como este me llevan a plantearme la siguiente reflexión: Estamos tan preocupados del cuando que, muy a menudo, nos olvidamos del dónde. Si lo pensamos fríamente lo segundo es casi tan importante como lo primero. Es cierto que a todos nos gustaría dejar esta vida acompañados de nuestros seres queridos pero, hemos de reconocer, que sería bastante humillante que este hecho tuviera lugar en un VIPS, un Mc Donalds, un Pizza Hut o en lugares tan gravosos como un Starbucks.
Podríamos encontrarnos en las páginas de sucesos con titulares como estos: “Sufrió una hemorragia mientras ponía Ketchup a su Whopper doble de queso” o “Violinista aparece estrangulada en un probador de Stradivarius”. Quizás el más probable de todos sería: “Apuñalado mientras bebía un ‘Frappuchino Caramel Macchiato para Borja’ en el Starbucks de Ortega y Gasset”.
Vivimos en un mundo invadido por las franquicias, “Rosa Mari Modas” ya no existe, ha sido barrida del mapa por Esfera, Zara, H&M y tantas otras. En todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana estamos siendo fagocitados por el feroz e imparable “franquiciado”, que crece y crece sin sentir un ápice de piedad ni compasión por todo aquello que devora.
Sería realmente terrible que nuestro final llegara en una franquicia, todos queremos nuestro pequeño espacio para poder morir en paz.
Hechos como este me llevan a plantearme la siguiente reflexión: Estamos tan preocupados del cuando que, muy a menudo, nos olvidamos del dónde. Si lo pensamos fríamente lo segundo es casi tan importante como lo primero. Es cierto que a todos nos gustaría dejar esta vida acompañados de nuestros seres queridos pero, hemos de reconocer, que sería bastante humillante que este hecho tuviera lugar en un VIPS, un Mc Donalds, un Pizza Hut o en lugares tan gravosos como un Starbucks.
Podríamos encontrarnos en las páginas de sucesos con titulares como estos: “Sufrió una hemorragia mientras ponía Ketchup a su Whopper doble de queso” o “Violinista aparece estrangulada en un probador de Stradivarius”. Quizás el más probable de todos sería: “Apuñalado mientras bebía un ‘Frappuchino Caramel Macchiato para Borja’ en el Starbucks de Ortega y Gasset”.
Vivimos en un mundo invadido por las franquicias, “Rosa Mari Modas” ya no existe, ha sido barrida del mapa por Esfera, Zara, H&M y tantas otras. En todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana estamos siendo fagocitados por el feroz e imparable “franquiciado”, que crece y crece sin sentir un ápice de piedad ni compasión por todo aquello que devora.
Sería realmente terrible que nuestro final llegara en una franquicia, todos queremos nuestro pequeño espacio para poder morir en paz.
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